miércoles, 8 de abril de 2009

Otro dia en Paruro

Dicen que en Lima se puede encontrar hasta un meteorito, lo difícil es encontrar la tienda que lo vende. Lo difícil para mí es ser un iquiteño que busca en Lima, aunque viva acá ya un tiempo

Mediodía, hora punta. Un tumulto de gente me sofoca, me asfixia, una estampida humana recorre las ya estrechas calles del Jr. Paruro, en el Cercado de Lima. He quedado con Jean para comprar algunas cosas, el paseo será largo.

Tengo que caminar entre carritos de comida y vendedores al paso, chifa al lado de Capón y chanfaina humeante, desde lámparas hasta el celu que te robaron la semana pasada. Recibo folletos que la mayoría solo mira y lo tira, cursos de ensamblaje, de computación, tiendas de música, cabinas de Internet a luca la hora, incluso por ahí algo “solapa” uno en el cual una señorita ofrece sus servicios a buen precio, con cama incluida. Hay tiendas de venta de cámaras broker, mp3 y memoria expandible (200 lucas nomás) ¿dónde vas a encontrar a ese precio, pues flaco? ¿Que dices? No choche, otro día, hoy no será, ni tampoco mañana. Sé que es robado, sé que se quiere deshacer lo mas rápido de la mercancía, sé que lo va a conseguir, es difícil no hacer en la tentación de lo “bueno, bonito y barato”, aunque sea de dudosa procedencia, su anterior dueño pudo haberlo conseguido de igual forma, sobre todo en un país pobre, donde a veces no queda otra que comprar lo barato.

El sol quema, arde, un sol que no se compara al de Iquitos, estamos en otoño pero el clima del verano aún no se quiere ir. Camino por la calle escuchando cumbia, “quién cura el corazon, quien lo cura/ cuando de amor quedas herido…” “ya se ha muerto mi abuelo ayayay…”. Las tiendas prueban sus parlantes, asustando incluso a transeúntes que pasan cerca de ellos justo en el momento que los encienden. Últimamente hay una oleada, un interés tardío - pero interés al fin y al cabo - por la selva, por los grupos de música, por la comida, por la cultura. Más vale tarde que nunca.

Entro a una tienda musical en busca de un plus para mi guitarra eléctrica, Paruro es la calle electrónica, desde cables hasta equipos, desde plumillas hasta instrumentos. Lo consigo, es hora de ir donde Jean y el vicio, los juegos. Una calle transversal a Paruro es Leticia, la calle de las computadoras, una especie de Wilson chiquito. Mientras caminamos varias señoritas se nos acercan, no por que seamos unos papacitos (aunque no niego que no sea para algunas), ni a ofrecer “esos” servicios, al menos no a plena luz; al contrario, es para llamarnos a sus puestos. “Gta4, Ghost of war, los últimos juegos, programas ¿qué esta buscando joven? pase, pase”.

Poco a poco el tormentoso mar de gente va descendiendo, apaciguándose, mientras cae la noche. El tiempo corre en la capital del Perú, la vida es mucho más agitada, las tiendas se cierran y unas figuras aparecen, los recicladores, (llamados muy célebremente “gallinazos sin plumas”) Limpian las calles de la basura, solo son las 8 de la noche, pero el lugar ya está desierto, solo quedan las malas almas que rondan las esquinas y en las penumbras.

Paruro nunca duerme. Nunca descansa, siempre agitado, a veces en silencio, a veces en bullicio.

Solo observo, miro. Soy una sombra invisible en este mundo, esperando otro día agitado, otro día normal en Paruro.


o_O EmOvI O_o

2 comentarios:

marco dijo...

No sé cómo te has animado a sacar una cámara o tu celular para las fotos, en Paruro!!!

Juan Arellano dijo...

Oe no... yo mas miedo le tengo a Belén...